Quizá le resulte difícil creerlo, pero las personas exitosas fracasan casi tantas veces como las que no tienen éxito. En realidad, en promedio, las personas exitosas fracasan dos de cada cinco veces que intentan algo, y las personas no exitosas fracasan tres de cada cinco veces. No es demasiada la diferencia, ¿verdad?
Durante las Olimpiadas de 1992, de Barcelona, un joven corredor estadounidense de larga distancia, Derrick Redmond, corría al frente de su grupo muy dispuesto a ganar la carrera. Súbitamente, en la vuelta final, se le paralizó un tendón de la pierna. Cayó al piso en agonía y sus compañeros lo esquivaron mientras lo pasaban.
Ana Frank, en El diario de una joven, escribió: "Rehúso edificar mis esperanzas sobre una base de confusión, miseria y muerte." Ella comprendió que la esperanza se establece en algún sitio, más allá de nuestras circunstancias inmediatas. En efecto, la esperanza genuina, con frecuencia se sostiene en la oscuridad.
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